“El Malon”
Tremendo mal que sufrió la pampa y la naciente ciudad de Rio Cuarto en
especial.
No siempre resulta
fácil repasar la historia con ecuanimidad, la guerra contra el indio
demuestra esta realidad, en donde se observa claramente descontrol y disputas
injustas de ambos bandos comprometidos por la lucha de un territorio en común,
pero además demuestra una conducta muy
cuestionable del hombre blanco.
Es indudable darnos cuentas que los argentinos,
hasta la actualidad, no nos dejamos de horrorizar por la masacre que cometieron
los españoles en su “conquista” sobre
pueblos originarios en distintos puntos de américa y en especial lo que ahora
es Argentina, pero muchas veces nos cuesta entender y aceptar que cuando los
españoles se fueron, la conducta de los argentinos fue mucho peor y llena de
calamidades que aún nos avergüenzan y abrieron una herida con esas etnias
primitivas muy difícil de cerrar.
También la conducta y crueldad del indio deja mucho
para pensar, y esta fue una guerra que
los argentinos heredamos de los españoles la cual superó ampliamente la Revolución
de Mayo y la Independencia por mas ocho décadas que fueron de verdadero
martirio y crueldades.
Considerándose como el último malón en
territorio argentino fue el producido el
19 de marzo de 1919 con la masacre de Fortín Yunká, al norte de la actual provincia de Formosa. Fueron tantos los malones que
sufrió esta tierra que martirizaron a las poblaciones.
También debemos mencionar que muchos de los
territorios que ocuparon colonos españoles (no todos) no estaban habitados por
asentamientos originarios, pero igual el indio se vio invadido, encontrándose
con la estancia en el medio de la pampa que era el punto donde se aquerenciaba hacienda cimarrona
de la que antes se consideraban dueños absolutos, a pesar de que esa hacienda
venia de España.
Con esa “colonización” al indio se le coarto su
libertad sobre la tierra que habitaba, entonces se vio obligado en hacer
invasiones que perduraron en el tiempo
para contrarrestar ese atropello. Estas eran verdaderos asaltos o malocas, muy bien organizados y sorpresivos muchas
veces con el fin de obtener haciendas
para sus tribus, mujeres blancas y
objetos que estaban en poder de los
cristianos o huincas como ellos los llamaban, pero que codiciaban mucho.
Para evitar estos ataques los gobiernos, aunque muy
divididos políticamente, fueron estableciendo fronteras en contra del indio y
formulaban “tratados de paz”, los cuales por distintos motivos no siempre se
cumplían, por lo tanto los malones
continuaban llevando muerte y desazón a poblaciones, parajes y estancias
indefensas.
De los grandes ataques, que son muchos. En marzo de 1872 el Cacique Calfucura inició con
6000 lanzas una gran invasión a la
provincia de Buenos Aires, asaltando y quemando un centenar de estancias, dando
muerte a más de 400 criollos, tomando unos 600 prisioneros entre mujeres y
niños y arrebatando más de docientasmil cabezas de ganado.
En 1874 al asumir Nicolás Avellaneda como Presidente de Argentina firmó un tratado
de paz con el cacique Catriel pero no duró mucho porque el gobierno no siempre
cumplía y a los indios les gustaba la invasión.
También al asumir, el cacique Namuncurá le ofreció al presidente la
venta de cautivos a 40 pesos oro cada uno, a cambio de no invadir. Con el
pretexto de poder alimentar a su población y tribus amigas, pidió: Cuarenta mil
pesos oro, cinco mil vacas, seis mil
yeguas, cien bueyes para trabajar, telas de seda, espuelas de plata, ropa fina,
cuchillos, jabón, tabaco, azúcar, vino,
aguardiente, carabinas, revólveres,
espejos, cuatro uniformes de general,
camisas y pantalones para la indiada.
Es indudable que los pueblos indios se dedicaban más a la guerra que a la
producción de sus tierras, por lo tanto
debían robar o pedir lo necesario para subsistir y para esto no escatimaban
esfuerzos y pedían de todo para que se entregara algo, cuando no se les daba,
asaltaban.
Sarmiento inició la modernización del equipamiento
básico del ejército nacional, lo que resultó ser de fundamental importancia en
la frontera sur, ya que reemplazó los antiguos fusiles y
las carabinas de chispa con la compra de los novedosos fusiles de
retrocarga Remington y de revólveres, que comenzaron a ser utilizados por los militares,
produciendo una mejora sustancial en su armamento.
También durante la presidencia de Sarmiento (1868-1874), se logró
consolidar en el río Quinto la Frontera
Sur del área controlada en las provincias de Córdoba y San Luis por más de quince fortínes,
pero al final de 1875, los indígenas reaccionaron contra el avance de la frontera
sur de la Argentina manteniéndose en estado de guerra.
El problema de las grandes
invasiones que no cesaban se complicaba
en estas tierras. El presidente Avellaneda ordenó a su Ministro de Guerra Adolfo Alsina, que presentara un plan de convivencia tendiente a
poblar el desierto y cesar la guerra
contra el indio a cambio de que este terminara con las invasiones.
Esto indudablemente no se logró a pesar de haberse
firmado un tratado de paz con el cacique Catriel, el que fue roto al corto tiempo cuando
el cacique Namuncurá con 5000 lanzas ataca con gran crueldad a las localidades
bonaerenses de Tres Arroyos, Tandil, Azul y
otros parajes y estancias el que fue muy sangriento y demoledor, arriando en
esta oportunidad a las tolderías unas 500 000 cabezas de ganado, más de 600
cautivos, la mayoría mujeres y dejaron muertos a unos 280 colonos.
La lucha contra el indio no fue nada fácil en estas
tierras, cometió el hombre blanco barbaridades en contra de ellos, pero lo
cierto es que estos también cometieron barbaridades en contra del hombre
blanco. Nada le había quitado la mujer del puestero de una estancia en el medio
del campo a los indios pero sin embargo
esta terminaba sin piedad como esclava de ellos en las tolderías, mientras que
sus hijos pequeños eran lanceados. Todo fue una injusticia en un lugar de aprovechar la amplitud
territorial en que se tendría que haber logrado un futuro de mayor amplitud y
grandeza el cual hubiese permitido una integración sin miserias.
Walter Bonetto
28-1-2018
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