jueves, 2 de octubre de 2014

¿Falta mesura en los discursos de nuestra presidente?

   Quedan muchas dudas al respecto. Su intervención en las Naciones Unidas  dejó  para varios países y millones de personas,  una imagen pálida  antes muchos representantes  extranjeros  dado que su alocución tuvo más ataques ideológicos  que estrategias  elaboradas con mesura y ecuanimidad,  para contribuir en que   la asamblea se constituya  en un punto de reflexión internacional que tanto precisa el mundo y en esto último desde Argentina no se contribuyó en nada.

   Son muchos los puntos los cuales se podrían analizar  dado que se muestran cuestionables  pero uno de los que más preocupan es el mensaje de “aceptación implícita”  en acciones terroristas   protagonizados en estos días  en el mundo” por parte de grupos armados fundamentalistas. Si bien no lo manifestó claramente,  puso en duda las acciones de los gobiernos que luchan en contra del terrorismo y dejó entrever que hay videos de ejecución de prisioneros,  pueden no ser veraces.  Un pueblo sensato debe condenar todo acto de terror  y un presidente de un estado  que lucha por la justicia, la verdad  y la democracia, no puede estar de acuerdo jamás con este proceder.

   Con relación al factor económico es necesario que Argentina se haga cargo de sus errores de décadas pasadas y actuales;  se termine con la cantinela “de que nos soltaron la mano”, “de que llegamos a niveles de endeudamiento insoportables” ocasionados por el FMI,  como si los de afuera  tuvieran la culpa exclusiva de nuestra irresponsabilidades. Pero esto ocurre así porque vivimos en un país con gobernantes  impredecibles y con falta de visión para construir una república ordenada y carecemos de objetivos de estado trascendentes por la mediocridad de gran parte de la clase política.

   Ahora bien,  mientras sigamos “echándole la culpa a los otros”  no saldremos de la mediocridad,  y a esta mediocridad la provocan nuestras mismas autoridades porque no están  reconociendo el problema, siempre pretenden hacer creer  que el problema  se lo originan de afuera,  o internamente, la oposición, o los grupos concentrados de la economía.

    Pero hay otra realidad distinta al discurso  oficialista,  Argentina  en esta última década se siguió endeudando  y no toma conciencia de la situación de imprevisibilidad que vive la nación, más allá que nos digan que la deuda no es de  esta década,  lo que indudablemente es en gran medida cierto, pero para nada del todo. Nuestra Presidente está más preocupada  “por la crisis mundial”, muchas veces incierta,  que por sus propios problemas del  país. Las cosas son muy fáciles de decir pero muy difíciles de demostrar   y muchas veces se nos dicen cosas que no son ciertas y por lo tanto imposible de demostrar. Así es que con el discurso no se gobierna  ni se logra el bien común.

   Vale reiterar  que este gobierno, quien  dice que no se endeudó , también es parte de la deuda externa:  por el tremendo gasto público, por una economía desquiciada, por las estrepitosas caídas de reservas, por la desmedida emisión de dinero, por la alta y permanente inflación,    a pesar que ellos “sin reconocer el error”,  dicen que están en fortaleza,   pero no es cierto, o ya nos olvidamos que hace días (abril de 2014)   el gobierno argentino acordó con el banco estadounidense Goldman Sachs un crédito por 1.000 millones de dólares a una tasa de interés del 6,5 por ciento anual, a dos años de plazo, para reforzar las deprimidas reservas  del  Banco Central. Esto es solamente un ejemplo de tantos que se podrían citar.

   Toda esta realidad está vinculada con lo que nuestra Presidente  expresa ante el mundo. Es un deber de ciudadano respetar a nuestros gobernantes, pero es un deber de los gobernantes  trasmitir la realidad al pueblo y para eso se precisa mesura y sabiduría, lamentablemente no siempre se la demuestra. Muchas   veces no alcanza “hablar con el corazón”  hay que hablar también con la mente para respetar así  a cada ciudadano y no desdibujar la imagen de un país.

   En un discurso más reciente la Jefa de Estado  habló  también de su seguridad personal  indicando que “no teme un ataque de oriente, sino que lo teme del norte”; para pensar  y preguntarle ¿de dónde vinieron  los ataques a la Mutual judía y la Embajada de Israel? Bueno son puntos de vistas distintos,  pero lo que se observa es  que el discurso presidencial no construye, solamente  acuña diferencias y carece de mesura, hay miles de personas que merecen oír un discurso distinto “el de una estadista”.

   También la presidente ataco al sector agropecuario por no vender el cereal  y mantenerlo en sus silos bolsas  “para especular”,  lo que es muy relativo y no es nada nuevo. Debemos recordar   desde los años  1930 a 1960 los colonos argentinos  ponían el maíz en troja  y la mayoría  no lo vendían  hasta  esperar un precio favorable;  así aquellas trojas estaban en los campos por  muchos meses , se dañaban y tantas veces el  precio bajaba ; más que especulación son las reglas de juego  que siempre existieron  en un  país que hizo poco por la planificación de la agricultura y menos lo está haciendo ahora.


Walter Bonetto
2 de octubre de 2014
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