domingo, 15 de marzo de 2015

Injustas Diferencias

        Mientras el  Papa Francisco se preocupa y se escandaliza  por ver un Buenos Aires con un Puerto Madero ampuloso, integrado  por  enormes y suntuosos edificios  que albergan todo tipo de lujos y comodidades,  no muy lejos de ese lugar  también observa con gran tristeza en su corazón de noble pastor,  una villa miseria en constante crecimiento donde la pobreza hace gala y persiste con insistencia en perdurar  sin tener en cuenta lo que dice el gobierno: “que estamos mejores y que hemos progresado”.

   En este cuadro de comparaciones  queda  claro   —como dice el Santo Padre—,  aparece la gran injusticia,  el dinero,  que en miles de casos el diablo  mete en el bolsillo de tantos ansiosos  dando así vía libre a la corrupción;  una corrupción enraizada en los más altos niveles de la sociedad,  que nos invade, nos asfixia,  nos quita posibilidades de progresar  desde la honestidad  y del trabajo. Una corrupción que  en muchos casos  levanta grandes torres  de acero y cristal y proyecta a una vida fácil y cara,  compra  y vende a cualquier precio voluntades  impuras  y muestra un mundo fantasioso  e incierto,  un mundo que encandila a miles de tentados por  el llamado de la vida suelta, fácil e ilícita, concentrada en trampear a la justicia y estafar al prójimo.   De ahí se desprenden los negocios  turbios, el drama de la droga, los grandes especulaciones económicas, la evasión de impuestos, el lavado de dinero, el contrabando, el crimen organizado y todas las inmundicias  que nos corrompen cada día  y que dañan nuestra felicidad en este mundo, que confunde y  encandila.

   Es necesario por estos tiempos que apaguemos los  reflectores que nos encandilan  y encendamos la lámpara, porque realmente precisamos ver el futuro de nuestra patria y tomar conciencia como estamos y por dónde vamos porque actualmente estamos confundidos,  fuera del camino correcto,  sin ver o querer ver muchas realidades que nos amenazan y nos condenan.

    No nos podemos convencer de que todo es corrupción, seguramente que hay millones de personas  honestas y dignas,  cuando esta dignidad y honestidad crezcan,   la pobreza  ira desapareciendo a pasos agigantados y  así  las villas miseria que pululan en casi todas las ciudades de Argentina  irán reduciéndose  o por lo menos no crecerán, entonces  los pobres,  los desposeídos,  tendrán  esperanzas, lo  que en la actualidad realmente no ocurre.

    Es vergonzoso sentir  que existen tantos  niños pobres en  Chaco, Formosa  y otras provincias  los que sufren necesidades calamitosas  y  hasta mueren de hambre. Esto es algo inaudito que nos ocurra;  esto,  más que por  falta de recursos es por falta de organización  y de seriedad en los gobernantes. No hay planes serios para trabajar por estos temas  tan lacerantes y reales  que conmueven a gran parte de la ciudadanía,  pero que no conmueven a las autoridades, las que no se inmutan demasiado   cuando aparecen casos de estas miserias vergonzosas que denuncian los medios cuando muere un niño por desnutrición, al contrario,   las tratan de ocultar, minimizar, negar o en el mejor de los caso manifestar que “fue un caso aislado”.

    Esto es lo que dice el Papa cuando habla de la pobreza, la corrupción, y la injusticia. No sirve un Puerto Madero ampuloso,  hay que lograr una sociedad más justa  con trabajo y oportunidades para todos,  en donde la corrupción sea totalmente rechazada para que no se instale como sistema en la sociedad y menos en nuestros gobernantes.

Así es como podemos  observar  un país sin prioridades en su planificación de objetivos, en donde por más que se promocione  la asignación universal por hijo como gran logro, —lo que es muy bueno  como conquista social—  pero no alcanza, porque la pobreza cubre áreas tan amplias y desprotegidas que terminan haciendo estragos  y comprometiendo el bien común de la sociedad.

    En este país hay que educar  a la gente pobre  para que progrese, pero también hay que educar a los ricos para que no sean tramposos  hay que educar a los funcionarios para que no sean corruptos, hay que educar a los políticos para que no sean ambiciosos en lo personal  y no le roben al estado. Toda Argentina es un problema de educación, es conveniente  tomar conciencia de este tema y  que no nos hagan ver como siempre que la educación es solamente para los analfabetos, los pobres  o pocos preparados. En este país la educación se debe aplicar en todos los sectores para lograr así una sociedad justa que ahora no la tenemos. No alcanza con ser universitario  o doctorarse, la realidad pasa por ser honesto,  o sea que además de adquirir educación secundaria y terciaria hay que adquirir “la  honestidad” y lamentablemente esto no lo da la universidad.


Walter Bonetto
15 de marzo de 2015
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3 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo Walter. Sobre la base de la honestidad se puede discutir y aceptar cualquier diferencia, y por ello es el cimiento de la convivencia .

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