martes, 21 de abril de 2015

Entrevista a la Dra. Graciela Cappellari de Saracho.
Día: 1 de abril de 2015

Egresada de la  Escuela Normal Mixta de la ciudad de Río Cuarto donde obtuvo el título de Maestra Normal en el año 1967.

Egresada de la Universidad Nacional de Córdoba donde obtuvo el título de “Médica Cirujana” en  el año 1974.

Realizó una Maestría de Educación Sexual en la Universidad Nacional de Buenos Aires.
Realizó un Post grado en  Adolescencia en la Universidad Nacional de Buenos Aires.
Se especializó en México,  en el Hospital Infantil de la ciudad de México, sobre “Formación de Ginecología  Infanto Juvenil .



 “…el doctor Rigatuso  que era un excelente profesional muy reconocido en el medio se dio cuenta de mi entusiasmo  y me dejo ir a la maternidad todo el verano, mi tarea fue poner la vacuna a los niñitos recién nacidos y ayudar  a anotar en los carnecitos de vacunación y yo me sentía una médica, me daba cuenta que eso era lo que realmente a mí me gustaba. Me permitieron  entrar  a ver partos, bueno, esa experiencia maravillosa que significa ver nacer una vida es algo increíble, yo me acuerdo que vine a casa y dije “yo quiero ser médica…”







La doctora Graciela Saracho es una valiosa referente de nuestra sociedad que ha desarrollado y desarrolla una labor la cual es un verdadero ejemplo para los jóvenes que piensan en forjarse un futuro. En la entrevista desnuda su alma  y nos cuenta experiencias de vida muy valiosas que trasmiten sabiduría, prudencia  y el valor del sacrificio, además  nos demuestra que los caminos de la vida hay que transitarlos con valor. Queda clara su labor profesional entregada junto a su esposo, también médico y gran compañero de vida, con entereza a la función pública, al dispensario , al hospital público, allá donde está el más necesitado. Pero también con un valor excepcional por su labor de esposa y de madre que siempre asumió con tanto amor y plenitud. 
Como entrevistador me impresionaron sus convicciones, su ejemplo, el concepto de sus valores, el valor de la familia en la función de la sociedad y por sobre todas las cosas se observa en ella la preocupación por los jóvenes  y por los humildes. En su vida trabajó con mucho respeto por la igualdad  de las personas y lo sigue haciendo. Doctora Graciela Cappellari de Saracho. Una persona digna de todo ejemplo.

WB    


Graciela, buenas tardes, es un placer estar con usted  y que me permita esta entrevista.
Buenas tardes, Walter, y muy agradecida por este encuentro en que hayan pensado en mí, me gratifica y espero estar a la altura de las expectativas.

Graciela, lo que primero deseo saber es que me cuente algo de su niñez. 

Bueno Walter, yo nací en Las Vertientes, es un pueblo que todos conocemos cerquita de la ciudad, pero vivo los tres primeros años de mi vida en el campo. Era el campo de mis abuelos y aquella era la época de “la gran familia”, estaban los tíos y lo abuelos, los hijos se iban cazando y traían a sus esposas. Cuando yo nací ya los abuelos se vinieron a vivir a la ciudad de Río Cuarto,  pero quedaban otros tíos casados con hijos en el campo, más los tíos solteros. Era una época de trabajo duro, todo trabajo manual y sacrificado, las mujeres trababan hasta los últimos meses de embarazo, en mi familia se hacia el tambo lo que era un trabajo duro, duro para los hombres y para las mujeres. Eran familias de italianos o de españoles  con costumbres muy sana, de ser organizados y tener todo perfecto, de un trabajo muy prolijo, el recuerdo que tengo cuando íbamos de visita al campo era justamente ver la prolijidad, la limpieza el orden y también observar que desde el amanecer hasta la entrada del sol el trabajo de la familia era de todo el conjunto y lo hacían en armonía. En esas familias había mucho respeto, eran muy prudentes. Las mujeres que se casaban y se incorporaban, que venían de otras familias y ahora venían a vivir ahí, guardaban el respeto a la abuela que era como un matriarcado,  uno veía ese respeto y solidaridad entre ellos, como se   ayudaban, y se acompañaban, se  cuidaban los hijos mutuamente, conforme al trabajo que le tocaba desarrollar en el campo. Yo tengo el recuerdo de mamá que me decía que cada una de las mujeres se ocupaba por una semana de la comida para toda la familia y en esa época se levantaban las cosechas a mano y venían cuadrillas de juntadoras y juntadores de maíz, lo que multiplicaba el trabajo para esas familias del campo, y con relación al gran trabajo de las mujeres no recuerdo de oír quejas, todas hacían el trabajo con mucho sacrificio y alegría, porque así era la vida del campo por aquellos tiempos, se aceptaba el sacrificio con mucha vocación.

Por aquellos tiempos en el campo no había casi autos, me acuerdo cuando la familia Cappellarri  logró su primer auto, y el auto se dividía para que cada fin de semana  lo usaran los distintos hijos,  unos para concurrir a la colonia de Sampacho  a visitar familiares y después le tocaría a otro, así los abuelos lograban mantener el equilibrio de semejante familia que se formaban en aquellas chacras. Como no había cosas foráneas que se introdujera en la forma de vida de las familias, ese sistema era aceptado, se disfrutaba, después venía una cosa que mí de niña me quedaba muy adentro, era de qué manera se iban trasmitiendo las historias de la familia. Por la noche se contaban tantas cosas,  reunidos en la cocina después de la cena  mientras se compartían mates, había historias hermosas. Yo hasta grandecita escuchaba a mi abuela que nos contaba  cómo fue la venida de ellos y de sus padres, con que se encontraron, por ejemplo ellos contaban que en la colonia de Sampacho hacían las casas en  la época del malón se juntaban cuatro familias para protegerse, una mini  comunidad de cuatro hogares, para así defenderse de los ataques que muchas veces llegaban. Entonces, escuchar a mi abuela sobre las historias de lo que habían vivido, de las mujeres que desaparecieron porque los indios la llevaban, todo eso a mí me quedó muy fuertemente  grabado vinculado a las historias que relataban  en mi familia.

¿Cuándo deja el campo?

Yo al campo lo dejé cuando tenía tres años, era muy chica, nos vinimos a Río Cuarto, pero permanentemente  volvía al campo, porque mi papá seguía trabajando. Al final el abuelo decidió unos años después vender todo y repartir el capital a cada hijo. En el caso de mi padre se dedicó a la ganadería, el compraba y vendía hacienda y eso fue casi hasta el final de sus  días.

¿Cómo fue su educación primaria?

Cuando nosotros vinimos a Río Cuarto, en esa época se empezaba en primer grado, llamado también “primer inferior”,  pero en mi caso antes  de ingresar, arriba del pasaje Dalmaso había una especie de jardín de infante, donde mi madre me llevó,  me acuerdo hasta el día de hoy de algunos compañeros que tuve y los cuentos que nos contaban. Eso de sentarnos en el piso de la sala  y ver a la señorita  que nos asistía en ese lugar, la que se disfrazaba según el cuento que nos contaba. Era una cosa que a mí me maravillaba, porque realmente verla a ella personificada en ese cuento era asombroso. Era una narradora excepcional, tengo el recuerdo de oír como golpeaba para abrir una puerta,  y a pesar de haber pasado más de sesenta años aún tengo el sonido en mis oídos  y tengo grabado toda aquella primer experiencia de la  narración, con los cuentos, con la historia; después entre a primer grado que fue en la Escuela Normal y me recibí de maestra, o sea  que hice todos mis estudios primarios y secundarios.

¿Fue usted una alumna muy aplicada?

Sí, sí, hice sexto grado libre, y lo hice porque yo era una persona alta, grande y en esa época los patios de la escuela estaban separados por primario y secundario, yo quería irme con los chicos del secundario porque me veía más parecidos a ellos por el tamaño, entonces vine y le dije a mi padre que  quería hacer el sexto grado libre y lo hice, me acuerdo que me preparó la señorita Maldonado Carulla. No Salí de vacaciones para estudiar y rendí el sexto grado y así pude empezar el primer año del secundario, ahí estuve en el turno de la tarde, en la “división F” que era la última división de la escuela; bueno, coseché hermosos amigos y compañeros, profesores…me acuerdo del profesor Irusta, de historia, que me hacía pasar siempre, y a mí me encantaba la historia; después en cuarto año me pasaron al turno de mañana, esto me sirvió porque tuve compañeros y amigas de distintas divisiones, lo que me dio un panorama de mucha amplitud.

 La Escuela Normal también  hacía algunas diferencias  con relación a la condición de los alumnos, yo tuve compañeras que eran hijas de doctores y tenían un trato preferencial;  yo creo que las maestras y profesores sin querer hacían ciertas divisiones, quiero pensarlo así. Bueno eso fue lo primero que me hizo pensar que éramos todos iguales.  Para  mí hubo cosas que por mi condición física, de ser una joven algo excedida de peso, como esas pequeñas divisiones, como el hecho de que mis padres no habían tenido estudios importantes nada más que dos o tres años de la primaria, entonces yo pensaba que “somos todos iguales” y eso me marcó a fuego a mí de querer trabajar en eso de la igualdad.

¿Ejerció como maestra?

 No, no ejercí, apenas terminé de estudiar el magisterio pensaba en otra cosa, es que yo ya de chica quería ser médica.

¿Cómo nace esa vocación?

De niña pensaba que deseaba hacer algo para ayudar a los otros, ayudarlos en la cuestión física,  no sé si era médica, o enfermera lo que quería. Había tenido una experiencia de unos familiares que habían sufrido enfermedades graves y eso me marcó profundamente y yo pensaba: cómo no tener los elementos o la sabiduría para poder ayudarlos. También en cuarto año del secundario tuve a un profesor de anatomía que además de darnos la materia trabajaba en la maternidad Kowalk,  nos invitó en el verano para concurrir a la maternidad para mostrarnos  lo que hacía, entonces yo fui,  ahí me quedé porque el doctor Rigatuso  que era un excelente profesional muy reconocido en el medio, se dio cuenta de mi entusiasmo  y me dejó  ir a la maternidad todo el verano. Mi tarea fue poner la vacuna a los niñitos recién nacidos y ayudar  a anotar en los carnecitos de vacunación y yo me sentía una médica, me daba cuenta que eso era lo que realmente a mí me gustaba. Me permitieron  entrar  a ver partos, bueno, esa experiencia maravillosa que significa ver nacer una vida es algo increíble, yo me acuerdo que vine a casa y dije “yo quiero ser médica”.   En ese momento ser médica significaba irse de la casa, irse a una gran ciudad, que era Córdoba, donde no había ninguna experiencia familiar, fue realmente complicado y en mi familia opinaban todos, no solamente mis padres, también mis tíos, mis abuelos.  Mi papá me trataba de convencer de que me pusiera a trabajar con él, me ofrecía de regalarme un auto para que yo no me vaya a Córdoba, pero mi madre que tenía una fortaleza increíble dijo que no, que si ella quiere estudiar le daremos el apoyo y así fue que me mando a Córdoba. Allí me alojaron en un instituto de monjas La Sagrada Familia en Humberto Primo y Gral. Paz, ahí  éramos cuarenta mujeres.

¿Eran buenas las monjas?

El problema era que mi madre y mi padre pensaban que estábamos super cuidadas, pero yo después tuve la tarea de revertir esa situación con mis padres, porque las monjas cerraban las puertas a las diez de la noche y la joven que quedaba afuera, quedaba afuera toda la noche. Era tremendo eso, las monjas vivían en un ala del edificio y nosotras en otra, y en esa otra  pasaba de todo porque las monjas no venían , no nos controlaban, no nos guiaban, entonces yo le decía a mi mamá “a vos te parece que hay una protección total pero lamentablemente no es tan así”; entonces un poco la formación que uno llevaba, los valores que uno tenía, la convicción que uno tenía, al final con las monjas viví un año, luego me fui a vivir con dos señoritas mayores que eran conocidas de mi familia y en ese lugar me resultó más cómodo estudiar.

Cuando yo entré a estudiar  fue el primer año que hubo examen de ingreso y debía realizar un cursillo para ingresar  a la Facultad de Medicina. Rendí el ingreso, pero hay ocurre algo que me frustró    profundamente. Yo siempre lo que quise  con el estudio me resultó favorable,  fui una alumna aplicada con muy buenas notas,  y medio que todo lo que quería lo iba logrando, tanto en la Cultural Británica cuando fui a aprender inglés,  todo fue así muy exitoso. Pero en este caso cuando realicé el cursillo de ingreso para medicina yo fracasé, saqué unos puntos menos de lo que había que sacar para entrar, entonces dije no sirvo para ser médica. Yo había rendido historia, matemática, biología pero al final volví a mi casa con la frustración del fracaso;  mi madre me dijo: ¡no, de ninguna manera!,  porque tenía la posibilidad de presentarme a un segundo examen, entonces mamá me dijo: usted vuelve y va a rendir, así que yo siento que el título de médica se los debo en gran parte a mis padres y sobre todo a mi mamá... y bueno  y así fue, me volví,  me vine con todo de Córdoba, pero también  me volví con todo y aprobé el ingreso, después me fue muy bien en la carrera,  cuando llegué a cuarto año  quería adelantar y así fue como hice el cuarto año libre de la Facultad, rendí todas las materias libres y pasé a quinto año,  en ese tiempo la carrera se hacía en seis años, así fue como me recibí joven. Como estudiante me sentí  protegida, cuidada y acompañada, porque me puse de novia con quien ahora es mi marido, yo tenía casi 18 años. Pedro, también era estudiante de medicina y estaba haciendo el servicio militar,  nos encontramos, nos conocimos, él estaba en segundo año de la facultad, pero de aquel momento no nos despegamos nunca más. Seguimos nuestra carrera juntos como estudiantes, como  médicos, como marido y mujer, como padres y ahora como abuelos. Eso a mí me dio mucha fuerza, pienso ahora que   era difícil para una mujer por aquellos años estar sola en Córdoba con la formación que yo traía de una ciudad chica, con un gran componente del “qué dirán”... entonces de golpe estar sola yo sabía que era complicado. Al vivir ahora con esta señoritas grandes mis padres y yo también estábamos más tranquilos yo podía estudiar más cómoda y vivir más cómoda.

¿Quedaba lejos la universidad?

Yo estaba en el centro, para ir a la facultad tenía que tomar ómnibus, pero yo caminaba mucho hacia diez cuadras por la derecha, luego otras diez por la izquierda y así me fui acostumbrando, también aprendí a viajar en ómnibus, en Río Cuarto nunca me había subido a un ómnibus. Bueno para mí llegar a la ciudad universitaria era la sensación de haber logrado el objetivo. Cuando yo pisé por primera vez la ciudad universitaria me sentí  como en otro mundo, es como que realmente yo tenía que lograr lo que había ido a hacer y me lo estaban ofreciendo, me estaban dando un mundo así abierto,  un mundo nuevo totalmente y ahí encontré una biblioteca gigante, los pabellones de la universidad, eso de que no te tomaran lista, era obligación tuya de sentarte ahí, de estar presente para aprovechar las cosas, llegar al hospital la primera vez, porque en medicina lo primero que hacíamos era llegar al Hospital Clínicas comenzar una materia como era anatomía y nos enfrentábamos a veinte o treinta cuerpos muertos que estaban en bateas. Realmente fue una vivencia muy fuerte, muy fuerte,  y yo me decía,  bueno si yo  paso esto lo voy a lograr y así fue que cada cosa era un desafío.

¿Se recibió en la facultad junto con Pedro?

No , no, él se recibe dos años antes que yo,  y después  cuando a mí me faltaban rendir las últimas materias decidimos casarnos, estuvimos seis años de novio y no casamos cuando a mí me faltaban cinco materias para recibirme y bueno tenía una alegría muy inmensa.

¿Se casaron en Córdoba?

No, nos casamos en Río Cuarto en la iglesia catedral,  pero hacía un mes que había fallecido mi suegra  y eso hizo que se opacara un poco el casamiento;  nos fuimos a vivir a Tucumán en donde estuvimos bastante tiempo, mi suegro tenía una clínica allá,  tenía una clínica de traumatología. Pedro, hacía pediatría y yo hacía ginecología. Nos fuimos al hospital a trabajar y ahí aprendo otras cosas también  vinculadas con eso de las diferencias. Allá había una pobreza muy extrema que yo la había vivido cuando éramos estudiantes, en Córdoba con Pedro íbamos a un dispensario en un barrio muy pobre  y en ese lugar ejercíamos, ayudábamos, llevábamos todas las muestras médicas, atendíamos en ese dispensario, Pedro atendía muchísimo porque él siendo pediatra era muy requerido. Era tan pobre el lugar que entrabamos agachando la cabeza para no chocar con el marco de la puerta y ahí también empezamos nuestra carrera política; nos fuimos dando cuenta la importancia que tenía la política para el bien de la gente, la política para modificar esas cuestiones sociales que marcaban tan profundamente esas diferencias y ahí seguimos trabajando, era una época de dictadura y nosotros participamos en movimientos estudiantiles participamos mucho en agrupaciones estudiantiles, en asambleas, en ese momento era pensar de qué manera enfrentarnos a una dictadura militar que era un gobierno no elegido por el pueblo, era eso lo que nos marcaba la diferencia, nosotros pensábamos que debía ser democrático. Todo eso nos hizo sentir bien porque nos dábamos cuenta que estábamos poniendo nuestro grano de arena. Nunca nos planteamos una medicina comercial, nos hacía sentir que nuestra formación no era una formación banal, ni una formación nada mas que para la cuestión personal, sino que de alguna manera lo que estábamos aprendiendo y lo que  habíamos hecho era para poder compartirlo con la gente mas humilde. Nunca nos planteamos ninguno de los dos, una medicina a los fines de una cuestión económica y hasta el día de hoy hemos mantenido esa conducta, hemos vivido con austeridad,  materialmente no es mucho lo que tenemos, y a nuestra carrera de médico la hicimos siempre a nivel hospitalario. A mí esto me llena de orgullo, no quiero que mis hijos piensen, —tengo dos hijos, uno que ya es médico y otro que va ser— que es obligación para ser un buen médico hacer medicina social. Nosotros en ese momento que nos tocó vivir sentimos la necesidad de hacerla, pero  no sé qué hubiera podido pasar en otros momentos, las cosas hoy son muy diferentes, los jóvenes actuales  de alguna manera aún  no alcanzan a comprender lo que significa vivir en democracia.

Bueno, nos fuimos a Tucumán, vivimos un año allá hasta que mas o menos se organizó el tema de la familia de Pedro por la muerte de su madre,  cuando estaban las cosas algo equilibradas decidimos venirnos a Río Cuarto y vinimos sin nada, absolutamente nada, mis padres nos recibieron en su casa y los colegas nos abrieron las puertas; a mi marido sin conocerlo le abrieron las puertas en el Instituto Médico, en el Centro de Salud; fue algo increíble, porque al llegar de esa manera es más fácil cuando sos “el hijo de”, o conocido, pero no fue nuestro caso. Realmente fue hermoso como nos recibieron en la ciudad, luego decidimos con Pedro hacer una especialidad, no teníamos hijo y mi marido quería hacer la parte de metrología pediátrica  y yo fundamentalmente la parte de ginecología infantil.

Yo había hecho muchísimos partos y sentía que era una cosa linda, una fiesta de la medicina, la recepción de una vida nueva, pero yo notaba que muchas mamá cuando venían al consultorio me planteaban: "cómo podían hacer con sus hijas adolescentes", lo que yo me di cuenta que había un bache y que no se había llenado, entonces decidimos los dos irnos a vivir a México y especializarnos allá, dado que el médico más especializado de Latinoamérica estaba en México,  que fue un médico que después nosotros lo trajimos a Río Cuarto. Partimos para aquel país, para eso vendimos un auto con la idea de que íbamos a estar unos días o quizás un mes para hacer un curso intensivo.

En aquel lugar nos encontramos con gente buena en el camino, Pedro se encontró con un compañero  que era colombiano, este le dice que se volvía, porque ni su mujer, ni su suegra, ni sus hijos se acostumbran, “hemos alquilado un departamento y lo hemos pagado todo el año, te lo cedo”. Pedro le dijo que no, porque no lo podía pagar, el colombiano le contesta que no “que es gratis yo te lo dejó para que vos puedas estudiar acá”; bueno esas cosas, y así fue que nos quedamos un año estudiando. Fue muy gratificante todo lo que aprendimos y todo lo que conocimos. Después de esta especialización  nos vinimos a Río Cuarto con todo ese bagaje de conocimientos que fue importante y yo aquí en Río Cuarto empecé a trabajar en ginecología infantil, que no había, ahí  descubrí en lo personal que cada consulta era una hora para conversar con esa jóvenes que venían a buscar información que en la casa no se les daba,  ahí armamos una célula chiquita con otros profesionales como el Doctor La False, la  Licenciada Novaro, que es psicóloga,  y así se fue creciendo hasta que terminé con el programa de agentes multiplicadores que fue una cosa de las que más satisfacciones me dio,  estaba basado en capacitar a chicos en las escuelas.

¿Hasta qué año ejerció su profesión de médica?

Como médica fue hasta el año 1995,  luego empecé el programa de agentes multiplicadores en donde me dedicaba a la formación de los chicos  y hemos logrado capacitar a cuatro mil chicos en la ciudad lo que hasta el día de hoy muchos me agradecen; logramos bajar el índice de embarazos en chicas jóvenes; logramos bajar el índice de violencia familiar y la cuestión de la droga.

¿Cuándo entra a trabajar en la parte política?

Yo comienzo en el año 2004, una persona que aprecio muchísimo y que a hecho mucho por Río Cuarto, el Contador Rins, él me convocó para que sea concejal,  y trabajé con todo aquello que tenía que ver con la medicina preventiva  de la ciudad;  ver lo que estaba pasando en la maternidad; trabajar sobre el tema de la violencia de género; qué estaba pasando con las adicciones, y conocer la magnitud del problema. Al final muchas cosas se lograron y otras no tanto; tenemos una mentalidad muy chica para ver el futuro, solamente miramos las cosas de todos los días y esta cosas de todos los días nos sobrepasan  de tal manera que no podemos trabajar para que la cosa perdure.

¿Cómo ve usted a  la juventud actual?

Yo estoy convencida y cada día me convenzo más de que los jóvenes tienen muchas ganas de hacer cosas, cosas positivas, tienen ganas de mejorarse, de superarse. El mayor número de los jóvenes, son jóvenes que tienen una visión hacia el futuro de mejorar, porque yo también  estoy convencida que cada época que tenemos que vivir va a ser mejor que la que hemos vivido. Lamentablemente estamos en un mundo en donde nosotros nos tenemos que ir ayornando porque es un mundo rápido, ágil, de situaciones en donde casi no les da tiempo a los chicos para ponerse a razonar o  pensar, y muchos de los errores de que los jóvenes  están padeciendo es causa de esta rapidez en donde hay que vivir en un mundo de urgencia y copiando un modelo que no tiene nada que ver con nosotros lamentablemente. Con esto del Internet y todo lo demás  que traemos al seno de nuestro hogar, costumbre que no tienen nada que ver con la nuestra, pero bueno hay que sacarle lo positivo.

Yo creo que la mayoría de los adolescentes son muy buenos chicos y por otro lado está el grupo que siempre estuvo, porque hay grupos de jóvenes que viven a la deriva , pero en este caso la responsabilidad está en nosotros que los estamos dejando de lado, no los estamos conteniendo, los dejamos marginados; por lo tanto este es un problema de los adultos, más que nada los adultos que tenemos la capacidad de hacer mejor las cosa, aquellos que están capacitados, que tienen instrucción, que tienen la posibilidad de gobernar, de trabajar para hacer las leyes, pero ocurre que nos estamos olvidando de los chicos y eso hace que aparezcan las dificultades que estamos viendo en la juventud, pero creo que se está avanzando, pero como lamentablemente  son cosas que la vamos a ver en el futuro, lamentablemente los políticos no siempre entendemos que al futuro lo tenemos que empezar a hacer hoy.

¿Le preocupan los jóvenes “ni”, los  que ni estudian ni trabajan,  y usted cree que  se ha perdido el valor del sacrificio?

Es  preocupante cuando no se asume el sacrificio. Entre las cosas que creo que es importante acotar por  de lo que a uno le tocó, fue que tanto mi esposo como yo,  nada nos fue fácil, tuvimos que trabajar para poder terminar de  estudiar, Pedro, vendía libros puerta por puerta y cuidaba enfermos, yo vendía productos de perfumería por catálogo porque mi padre llegó un momento que me dijo: no podemos más, entonces trabajé para terminar mi carrera;  en cambio ahora los chicos tienen que tener el departamento y tener todo para seguir estudiando. Pero no todos, no todos, yo creo que si los padres tienen las cosas claras,  se sientan a hablar en serio con sus hijos, le comentan sus limitaciones,  los chicos avanzan; lo que pasa es que los padres les tienen miedo a los hijos y tienen miedo de contar sus debilidades, de contarle cuáles son las cosas que no les permiten ayudarlos un cien por ciento,  y eso hace  que nos equivoquemos, que los chicos de alguna manera tomen un rumbo diferente pensando que los padres  podemos.

¿Cómo ve el avance de la droga?

Yo sigo investigando el tema a pesar que ahora no estoy trabajando. El tema aumenta, aumenta el consumo, en nuestra ciudad aumenta mucho el problema es que la estamos aceptando,  nos estamos acostumbrando, y no hay peor cosa que acostumbrarnos a algo que está perturbando la inteligencia de nuestros jóvenes, que los está limitando y nosotros los necesitamos enteros, sanos. Nos estamos resignando los adultos, los profesionales, el gobierno; se están resignado al pensar que “hay algunas drogas no son tan malas”, de que al final “todo el mundo se droga”, y lamentablemente no estamos ofreciendo batalla a esta situación. No estamos trabajando para revertirla ni para  actuar en contra de la droga. Hoy estamos aceptando situaciones o le estamos permitiendo a nuestros jóvenes que puedan consumir drogas. Estamos sabiendo donde se vende la droga, conocemos  las dificultades que trae y sin embargo no se está haciendo lo suficiente.

No estamos preparados, le tenemos miedo al problema  y como le tenemos miedo el problema crece y crece. Hasta que no nos enfrentemos en serio a esta problemática  que no es solamente la droga, digo también el alcohol,  que  es la principal droga que nos está destruyendo a los jóvenes y a los no tan jóvenes; así  es como terminamos aceptando a una sociedad, y demostramos  como que no nos importa demasiado, eso lamentablemente nos está destruyendo a la gente joven.

¿Qué desea agregar a esta entrevista  doctora Graciela?

Muchísimas gracias. Lo que se me ocurre en esto de cerrar  es que se abra el corazón porque cuando uno empieza a peinar canas se va dando cuenta de que no hay nada tan importante que influya tanto como lo sentimental, como lo emocional  y esto de poder hablar sinceramente entre amigos, en familia, con los hijos fortificar la familia que sigue siendo lo más importante que nos pasa en la vida.


Walter Bonetto
1 de abril de 2015 
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2 comentarios:


  1. Norma Ines: Hermosa entrevista a mi querida amiga de la infancia,Gran persona y excelente mèdica.

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  2. Exelente entrevista de Walter Bonetto a esta carismática médica ejemplo de vida
    adriana

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