martes, 16 de septiembre de 2008

La Plaza de La Concepción de Río Cuarto


En general en toda organización urbana y social de los pueblos, sus habitantes se nuclean alrededor de un espacio libre al que luego lo van consolidando y adornando con paseos, jardines y hasta monumentos, los cuales hacen referencia a su creación y pasado, que se denomina “Plaza”. Plaza como lugar central de la historia de un pueblo, de una localidad. Lugar en común, en donde se participa públicamente y se transita libremente. Lugar donde se viven emociones, encuentros. En el caso de nuestra plaza, la misma fue testigo y protagonista comprometida con todas las generaciones de riocuartenses que amaron y respetaron este espacio como el lugar más central del Imperio.

Si bien la “Plaza de la Concepción” nació con la Villa y en aquellos primeros años fue cambiada de lugar trayéndola una cuadra más hacia el norte conforme a sus trazos originales, luego su permanencia se mantuvo imperturbable y su trascendencia fue constante, marcando a fuego un lugar físico, sostenido con perseverancia para que la población se expandiera a sus alrededores y la ciudad tomara su rumbo y su pujanza. Ella, durante todos los tiempos, albergó grandes alegrías, pero también grandes penas y dolores, por haber sido mudo testigo de tanto protagonismo en la historia de un Río Cuarto difícil y tremendo, que quería permanecer y conquistar una posición en la pampa un tanto desierta, pero no exenta de violencia y peligros.

Majestuosa allí, como cobijando el paseo de los parroquianos en donde sus edificaciones con sus ocupantes se disputaban espacios por permanecer a su frente , o cuando no, muy cerca, porque no ignoraban que ahí, en ese lugar, estaba “el centro de la vida del imperio”, y todos buscaban las primeras filas para contemplar la obra de todos los tiempos.

Refugio relativamente seguro durante un siglo, de casi un medio centenar de tremendas y grandes invasiones de malones que azotaron a la Villa con gran crueldad, en donde sus habitantes se salvaban refugiándose en ella, porque los indios no la penetraban, además a la plaza siempre se la mantenía defendida con las mejores armas. Para esto, y hasta el año 1886, se encontraba cercada con muchos hilos de alambre y gruesos postes de algarrobo clavados a pique, para tensar con rigidez y dar consistencia al cerco, mientras que entre poste y poste, se colocaban varillones y contaba con una puerta sobre cada calle que en los momentos de los ataques eran fuertemente cerradas, y fue justamente en aquel año en donde al no existir ya la amenaza de invasiones se levantó aquel alambrado perimetral y la plaza así “vivió su libertad” y cambió su fisonomía, convirtiéndose mas que en un refugio atrincherado, en un paseo popular.

Era así aquel refugio, en donde los habitantes al sentir el clarín o corneta de advertencia, corrían con desesperación para alcanzarla, especialmente las mujeres junto a sus hijos para ponerse a salvo de las invasiones, aunque en ocasiones, no siempre todos llegaban, quedando muchos inocentes a merced de los bárbaros y su vejámenes, mientras que los que sí llegaban ahí permanecían, acampados en silencio, con el corazón saltando con fuerza dentro de sus pechos y rezándole a la Purísima Concepción hasta que la invasión pasara. Desde ahí también escuchaban los atroces gritos de esa invasión; el llanto desesperado de muchos niños y de mujeres cautivadas que tuvieron la tremenda desgracia de no alcanzarla para protegerse; el humo del incendio y la polvareda de la tropa arreada y robada. La plaza era testigo de la vida y de la muerte de aquellos tiempos en donde el malón destruía todo sus alrededores, aunque no tocaba aquel centro atrincherado a pesar que lo codiciaba y lo amenazaba, es que ahí estaban las mejores armas de fuego de la defensa en cada flanco, los mejores tiradores, y hasta algún cañón que escupía muerte segura para los atacantes.

También la plaza de la Concepción había sido escenario de guerra y gran combate, cuando Facundo Quiroga toma la Villa en el año 1831, que a través de la historia se observa como la única oportunidad en que fue “penetrada y vencida su plaza”. Aunque parezca risueño y mas benigno, no se salvó ni de una gran invasión de langostas producida en 1868 en donde en pocas horas pelaron todos sus árboles dejándola en estado asombroso. Pero fue ésta también testigo de liberación de esclavos en las fechas patrias de algunos 25 de Mayo, así es como en 1826 era liberada por sorteo en la Plaza de la Concepción la esclava Petrona Ortiz. También en la plaza se azotaban a los infractores de los bandos en el tiempo de la colonia y se ejecutaban los condenados a muerte en presencia del pueblo como un normal acto público y así ocurrió que se fusilaron delincuentes, desertores del ejército y hasta al ex gobernador de la provincia de Córdoba, Nolasco Rodríguez, el 21 de mayo de 1840 a las 11 de la mañana.

Fue en el año 1881 cuando ya las grandes invasiones menguaron y a la plaza de la Concepción se la cambio de nombre denominándosela “Plaza Roca” en honor al general Roca y su protagonismo tan discutido y cuestionado en estos tiempos. Ya después de haberse sacado su alambrado, las mejoras a la plaza fueron constante y en el año 1899 se colocó como adorno central la artística fuente de hierro traída de Europa que ahora se encuentra en la plaza Racedo; mientras que en el año 1904 se uso la plaza Roca para realizar el gran brindis navideño y encender el alumbrado público con electricidad en la ciudad para inaugurar la usina propia, en donde los ciudadanos observaban asombrados el nuevo sistema de luces. Llegamos así al año 1910 en donde sus veredas dejan de ser de tierra para quedar embaldosadas, lo que era todo un lujo, para luego en 1918 contar con sus calles perimetrales adoquinadas.

La historia de la plaza es muy larga y muy rica en episodios y acontecimientos. Es muy posible que su nombre original de “La Concepción” tenga en sus recuerdos el gran peso de esta historia de la actual Río Cuarto. También es posible que Tampoco sea justo vivir cambiando los nombres con el paso de los tiempos porque se corre el gran riesgo de no respetar con justicia acontecimientos que marcaron a sangre y fuego nuestro pasado el cual debe ser observado con ecuanimidad desde todas sus dimensiones.

Por Walter Bonetto
walterbonettoescritor@gmail.com
Diario Puntal
16 de septiembre de 2008

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