Terminaba el siglo XIX, la ciudad de Rio Cuarto se había consolidado sobre el camino de las pampas que conectaba Buenos Aires con Mendoza como una ciudad progresista y pujante; ahora se expandía no solamente en su sector céntrico, también hacia el norte y el este. Dentro de los grandes episodios ocurridos a fines de ese siglo debemos citar que en 1873 llega el ferrocarril. La fisonomía de la ciudad y región fue cambiando, cambió también el estilo de vida de la gente, ahora había familias que llegaban a la ciudad desde el norte en confortables coches vagones y en el mismo día podían regresar a sus hogares. El tren era un lujo al alcance de mucha gente trabajadora, un espectáculo, una comodidad; la carreta y la diligencia quedaban en el olvido.
Llegamos a fin del siglo y hacia 25 años que éramos ciudad; también ya en aquellos tiempos éramos un poco la “capital agrícola ganadera” del sur de Córdoba, una ciudad con extraordinario impulso y crecimiento. Los misioneros franciscanos ya estaban presentes con su religión y su cultura para ayudar a educar a la ciudad y a la región. Sociedades de beneficencia, bancos, el Club Social, importantes comercios, establecimientos educacionales, mercado público, hacían no con poco esfuerzo la ciudad pujante y prometedora soñada por tantos.
En este marco la cultura no estaba ausente, había nacido en el año 1873 la Biblioteca Pública como importante institución complementaria a establecimientos educacionales que reunía miles de libros y difundía conocimientos para tantos hombres y mujeres —actual Biblioteca Mariano Moreno—. Pero las inquietudes nunca se agotaban porque la nueva ciudad demandaba. Pasando unos años, hacia el este y casi en las periferias, al cruzar el tendido de los rieles, aprovechando el parcelamiento de tierras municipales, surgía lentamente un tímido barrio de gente trabajadora y casitas humildes, mezcladas entre muchos baldíos tapados con malezas, pero así lentamente se venía formando un pueblo. Don Juan José Almada, ex jefe de la Estación del Ferrocarril fue un pionero de la época, tuvo la visión de adquirir en aquellos lugares unas quince hectáreas de tierra que luego las loteó y fue vendiendo a vecinos y también fue construyendo algunas viviendas, lo que fue formado el pequeño pueblo llamado justamente “Pueblo Almada”, actual Barrio Alberdi, en reconocimiento a ese visionario.
No solamente trabajó Almada por la formación del pueblo, sino que además junto a otros precursores se preocupó por llevar cultura a ese lugar y así encontramos que lo que es ahora la “Biblioteca Popular Domingo Faustino Sarmiento”. Esta biblioteca está vinculada en sus raíces por la determinación que toma la provincia de apoyar decididamente las labores escolares, lo que permitió e impulsó la formación de una Comisión Benefactora en enero de 1914, que fue integrada por los señores Abel Centeno, Juan José Almada y Eduardo Bas, quienes trabajaron con perseverancia para lograr la creación de la Biblioteca, reuniendo material de lectura para los niños que concurrían a la Escuela Avellaneda. Esta gente preocupada por la cultura y la educación de sus hijos trabajaron para cambiar impresiones reunir libros y dar apoyo a la Escuela Fiscal que funciona en ese sector a partir de agosto de 1913. Los entusiastas de formar una biblioteca se reunían en una habitación cedida en préstamo por el vecino Juan José Almada ubicada en la calle Leandro Alem al 36 que fue el primer local de la institución.
El ex Diario El Pueblo en su edición del 8 de junio de 1815 expresaba: “mañana con una pequeña fiesta quedará librada al público una biblioteca para la cual no ha podido elegirse mejor nombre que el del gran educador Sarmiento”. La hora de inauguración será a las tres de la tarde y desde ese momento quedará abierta al público en el siguiente horario: Todos los días de 3 a 4 p.m. para señoras y niños únicamente. De 7 a 9 p.m. para el público en general”. Su primer presidente fue Jose G. Morales y la biblioteca recibió donación de libros del Diario La Nación y también subsidios municipales.
Pasaron los años y está señera institución continuó su constante camino en bien de la comunidad, no sin sufrir muchas dificultades generalmente de orden político que la afectaron. Cambió de lugar físico en varias ocasiones y en 1939 se instaló después de tanto sacrificios y trabajo de sus directivos en su local propio, sufrió en el año 1987 un dramático incendio aparentemente provocado por terribles manos anónimas, pero la biblioteca tuvo una honrosa trayectoria vinculada con la cultura y el desarrollo de la ciudad, en donde indudablemente hombres y mujeres supieron tener, y la siguen teniendo, la bandera bien alta de esta institución que nos llena de orgullo a todos los riocuartenses y que nos enorgullece de sobremanera que cumpla un siglo de vida.
Hoy la Biblioteca es una institución de excelente nivel que no solamente abarca su patrimonio literario, sino que se desarrollan actividades de distintos órdenes que todas contribuyen en mejorar la calidad de vida de la comunidad y trabaja con ahínco para estar actualizada con los tiempos. Cumplir cien años comprometidos con la cultura es un verdadero ejemplo a seguir.
Walter Bonetto
3 de julio de 2015
Escritor. Investigador de la historia de Río Cuarto, la región, de la industria aeronáutica y automotriz nacional. Columnista de medios radiales y gráficos. Autor de más de quince libros, algunos publicados en Estados Unidos. Miembro de la “Junta de Historia de Río Cuarto”. Conferencista sobre el desarrollo industrial. Sus libros han sido declarados de interés por la Municipalidad de Río Cuarto y por la Legislatura de Córdoba. La ciudad de Río Cuarto le otorgó el premio “Juan Filloy” en 2011.
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