El gobierno actual festejó una década en el poder de la república, sus seguidores se encuentran orgullosos de sus logros en este periodo y lo hacen conocer a vivas voces mencionando cada detalle de lo conseguido, la mayoría de ellos con gran apasionamiento; mientras tanto sus detractores no escatiman en increpar sus desconformidad por la actual gestión en donde se puede apreciar que las grandes quejas se centran en la corrupción, la inseguridad, la constante suba de precios y el deterioro económico de la nación.
Seguramente que desde el sentido común si se hace un balance sensato se encuentran logros importantes de esta gestión vinculados con distintos aspectos de mejoras social, como la asignación universal por hijos, haber mejorado el país de una situación económica difícil, la entrega de jubilaciones a miles de ciudadanos de bajos recursos y sin aportes previsionales y otras acciones que favorecieron en buena medida a gran parte de las personas más marginadas, lo que indudablemente es justicia social y hace a una república más solidaria y protectora.
Ahora bien, como contrapartida de estos logros positivos hay aspectos que en gran medida desmerecen lo alcanzado, porque se observa que existe un apasionamiento desmesurado en atropellar a la república pudiéndose notar claramente que hay instituciones descalificadas y manejadas sin el consentimiento que merece la nación sobre las bases del respeto, la seriedad y la justicia, lo que esta conducta no hace otra cosa que generar las grandes diferencias que se agigantan en el país y es una verdadera pena que ocurra porque este accionar genera cada día más ciudadanos desconformes.
El gran esfuerzo del gobierno debería concentrarse en generar fuentes de trabajo para proyectar el futuro de millones de argentinos jóvenes e indecisos de su porvenir, porque es muy peligroso cuando mucha gente se encuentra feliz y contenta cobrando sin trabajar. Esto puede ser una situación temporal, ocasional, pero de ninguna manera el asistencialismo del estado debe extenderse más de lo necesario porque lleva a la nación a la decadencia. La verdadera asistencia del estado debería encontrarse abocada a dar futuro cierto a las personas sin trabajo; a incentivar el sacrificio a los jóvenes para el logro de objetivos sanos, el verdadero valor del esfuerzo, la importancia del estudio y la preparación y ayudar constantemente a un direccionamiento hacia estos objetivos tendientes a formar hombres de futuro.
Seguramente que no es una tarea fácil, pero tampoco imposible; las naciones no están transitando épocas brillantes donde sobran las oportunidades y adecuarse a los tiempos no es algo de azar, todo lo contrario es mucho de preparación y de planificación. Pero no se observa que se trabaje para una preparación de futuro promisorio, que se invierta en el progreso, en donde la unidad y el conceso es fundamental, inclusive con las fuerzas opositoras y con los que piensan distintos, aquí el entendimiento debe primar y la prudencia debe reinar, pero al contrario, falta grandeza, falta patriotismo de nuestros gobernantes y funcionarios, estamos trabajando todo al revés, se trabaja para incentivar a las militancias, que está bien que existan controladamente, pero esto no es la solución que el país necesita. Así es como la pasión política pretende dominar el escenario de la república y olvida que se precisa la pasión nacional la cual debe siempre ser superadora de las diferencias. Así llegamos a festejar el 25 de Mayo con un país colmado por divisiones, dudas y confusiones. Con un gobierno altamente sospechado y acusado de corrupción que poco hace para que se aclaren las aguas y en donde hace con su discurso que la patria este cada vez más lejana.
Es indudable no pensar que los festejos del 25 de Mayo fueron festejos políticos más que nacionales y esto no es justo porque desmerecen a la patria. Patria son todos los argentinos, sin distinción de categorías ni clases, patria no requiere de choripanes, ni de traslados gratis, ni de gente condicionada para que concurra a los actos porque de esta manera se juntan “patriotas obligados” y estos no sirven. Ser patriota no es solamente ponerse la escarapela, llevar la bandera y cantar las marchas. Ser patriota es querer y amar a la patria. Y quien quiere y ama a la patria jamás la hiere, jamás le hace daño y jamás la roba.
Los patriotas son aquellas personas que tienen grandeza, desprendimiento y honestidad, por lo tanto si tomamos en cuenta estos valores comprendemos que: ¿Cuántos patriotas faltaron y siguen faltando a la cita? Por eso es que nuestra Argentina carece de futuro en la medida que no florezca el trabajo, la honestidad y la grandeza de sus habitantes incluidos sus gobernantes que son los principales protagonistas y responsables de nuestra nación y que además de grandeza deben tener desprendimiento y lamentablemente no lo demuestran.
En el cuadro de nuestra nación podemos observar que hay más patriotas en las clases humildes, en los pobres, que en las clases acomodadas, porque en definitiva los que menos tienen son los que menos han hecho trampas. En contraposición es tanta la gente acomodada, -más allá de que existen honestos- que su fortuna no depende del trabajo sino que es prima hermana de la trampa y la corrupción, seguramente que no merecen estos hombres colgarse la escarapela en el pecho porque no la llevan en el corazón, condición básica para ser un patriota.
Walter Bonetto
26 de mayo de 2013
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