En la vida personal y desde el sentido común, al observar a nuestro alrededor puede resultar casi normal encontrar que hay muchos vecinos a quienes no les va bien, mientras que a otros en similares condiciones de vida y trabajo, los resultados son distintos; pese que pasan también por momentos de crisis, alcanzan muchos de sus objetivos y se mantienen en el plano de logros significativos con relación a tiempos difíciles.
Seguramente si analizamos las causas de estas diferencias de resultados, mediocres o malos para muchos y exitosos para otros, encontraremos que la directriz general radica en la organización y la estrategia que cada uno aplicaron ante situaciones adversas. Lo mismo ocurre en el contexto de las naciones. Existen muchos países que con menores recursos no están tan a la deriva para enfrentar una crisis que responde a síntomas de recesión mundial, mientras que países con economías consideradas “de gran fortaleza” están pasando por momentos de mucha adversidad. Esta crisis de gigantes seguramente contagia al resto de las naciones menos poderosas y esto pesa significativamente en la actualidad por pertenecer a un mundo en gran medida muy competitivo y globalizado en lo económico.
También lo cierto es que esta crisis de naciones “mayores” terminan ofreciendo algunas ventajas a países en desarrollo, que con una adecuada estrategia podrían lograr beneficios. En el caso de Argentina, especialmente por el aumento internacional de precios en las carnes y cereales, productos por los cuales tenemos gran posibilidad de producción, ponen a nuestro país en un lugar de gran privilegio. Por lo tanto nuestro gran norte sería preguntarnos ¿Cómo podemos mejorar esta producción tanto en calidad y en cantidad? Es posible que la solución no esté en aumentar la superficie a cultivar desmontando bosques autóctonos y desmereciendo la naturaleza. Quizás la solución este en una adecuada planificación actual y a futuro de las áreas cultivables y un programa de incentivo a la siembra orientada a pequeños y medianos productores de todo el país, medidas básicas y fundamentales que en la actualidad no se llevan a la práctica.
Parece que esto no es un objetivo nacional, y sin embargo debería ser un objetivo de estado más allá del momento político que transite la nación. Ocurre todo lo contrario la enemistad con el campo es tan manifiesta, que realmente preocupa las medidas que el gobierno toma en su contra, siendo que el campo es el principal motor de nuestras riquezas.
Así podemos concluir: que la conducta un tanto intempestiva del gobierno no demuestra un compromiso real de “organización y estrategia” a nivel nacional que trate de comprometerse con una Argentina agropecuaria y chacarera en todo el largo y ancho de la patria. Esto permitiría lograr una grandeza extraordinaria para organizarnos en lo que nos enseñaron hacer nuestros abuelos en el rubro agropecuario y mejorar así esta actividad que hoy en día nos daría tantos réditos y que no la sabemos aprovechar por falta de organización, de objetivos y de incentivos nacionales.
La riqueza agropecuaria es necesaria que sea cuidada, protegida, estimulada, planificada. Seguramente que esto le permitiría a nuestro país que nos fuera mejor; que la inflación no trepara a resultados escandalosos como los actuales, porque ingresarían a las arcas del estado mayor cantidad de recursos genuinos, que bien aprovechados podrían permitir un futuro más próspero y alentador. Es mucho lo que puede hacer Argentina en este aspecto dado que se posee un potencial extraordinario que por desórdenes políticos y por intereses desmedidos de grandes grupos empresariales no los está aprovechando y de esta manera se están degradando recursos naturales vinculados al uso y explotación de la tierra, mientras tanto el gobierno preocupado por expropiar el predio de La Rural, nos dice que el mundo está en crisis y que al campo le va todo muy bien.
Walter Bonetto -
28 de enero de 2013
Exclusivo para el Periódico La Ribera
28 de enero de 2013
Exclusivo para el Periódico La Ribera
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