Es indudable que el hombre abusó del hombre de manera calamitosa. No alcanzaría todo el tiempo que ocupó la llamada “conquista”, para terminar de darnos cuenta de la vergüenza del ser humano sobre la “miserable empresa de la esclavitud en América”. También nosotros en esta región que habitamos, fuimos de alguna manera protagonistas y cómplices de la misma, la que se ejercía despiadadamente para favorecer a los “señores poderosos” y que en su tiempo fue aceptada como sistema aprobado por las autoridades y también por la misma Iglesia católica, y no nos olvidemos que para los que profesamos esta religión “la iglesia somos todos” y que existe un mandamiento de Dios que dice “No mataras”, y ahora queda un interrogante ¿Sabe usted a cuántos aborígenes y esclavos matamos en América? Bueno… la cifra es escalofriante y la conducta del hombre vergonzosa y aterradora.
Ahora bien, en el caso de nuestra Villa de La Concepción de Río Cuarto, vale destacar que por el año 1813 contaba con 1767 habitantes y había 150 esclavos, lo que no era un número bajo, todo lo contrario; si a esto le sumamos que muy pocos años atrás, había centenares de indios comechingones y de algunas otras tribus, excepto los ranqueles, incorporados por la fuerza en las estancias vecinas por el “sistema de encomiendas”, y muchos de estos aún quedaron por mucho tiempo producto de aquel proceso, la suma de seres humanos sometidos a la esclavitud era muy alta. Sin contar a estos últimos, estaban en esta miserable condición de vida un 9% de aquella población, esto da la lectura de que había muchas familias acomodadas que se autodefinían como “nobles” o descendientes de nobles, o simplemente de clase económica holgada, y tenían el privilegio de tener “negros” a sus órdenes para lo que gustaran mandar, quienes los hacían trabajar despiadadamente de sol a sol, sin contemplación alguna, hasta que dejaran su misma vida.
Durante el año 1815 el Alcalde de La Concepción Don Francisco Antonio Ortiz cumpliendo rigurosas órdenes del Gobernador de Córdoba, emite un bando, que además de hacerlo vociferar por todas las calles de la Villa con el pregonero del Cabildo, acompañado de tambor batiente, lo coloca en la puerta de la iglesia, en el palo de la plaza y en todas las pulperías; donde ordenaba el “alistamiento de esclavos”, los que serían destinados a Buenos Aires, para ser usados en reforzar cuarteles militares ante la sospecha de un desembarco realista sobre el puerto del plata.
Así fue como no con poca resistencia de sus amos, desconformes con la medida de las autoridades de gobierno, dado que perdían mano de obra regalada, se reunieron a duras penas en la cárcel anexa al Cabildo, nueve candidatos para satisfacer al gobernador. El día 7 de febrero de 1815 por la madrugada con importante custodia parten de la cárcel de La Concepción aquellos hombres para continuar con su cruel destino y fueron enviados como carne de cañón con la escusa de defender el puerto. Si bien había esclavos mansos y dóciles de reconocida conducta y bondad, la crueldad no se hacía esperar y se les colocaron pesadas cadenas en brazos y piernas mientras que a uno de ellos se le colocó calceta de hierro y grillos. Estos desgraciados hombres de nuestra historia eran: mulato Vicente, de 20 años; negro Angola Manuel, de 18 años; mulato Luciano, de 40 años; negro Mariano, de 22 años; mulato aindiado Tiburcio, de 27 años; mulato Bruno, de 14 años; negro Domingo, de 30 años; negro Pablo, de 20 años; y el negro Manuel, de 23 años.
Según un censo realizado para determinar la población en Córdoba se conoce que en el año 1822 en La Concepción aún existían 63 esclavos, Felipe Guerra contaba con 6; otros tanto tenía Pedro Bengolea, igual que Martin Freites , y así sucesivamente. Esta situación de poseer esclavos se mantuvo por muchos años y de manera permanente se hacían transacciones de esclavos en las tierras del río Cuarto. Se conoce fehacientemente que en este mismo año el negro Casimiro de 36 años es vendido por Pedro Bargas a Bruno Malbrán y Muñoz por cincuenta pesos. El esclavo de 13 años Inocencio, fue vendido por Casimiro Castro en ciento diez pesos. La esclava de 18 años, Andrea, vendida por Silvestre Acosta a Pedro Mendoza en doscientos pesos. La esclava Justa, de 29 años, Antonio Ortiz la vendió por doscientos pesos a Hermegildo Díaz; son estos algunos de aquellos negocios de carne humana tratada sin dignidad ni respeto que se cometían en lo que es ahora nuestra ciudad.
Se conoce también como algunos años después, en 1826, algunos esclavos eran liberados los 25 de mayo, previo a un sorteo realizado en la plaza. (Así narra en su libro “Historia de Río Cuarto.” - Tomo II- Víctor Barrionuevo Imposti) “En el año 1826 se celebraba con gran júbilo aquella fecha patria y el Alcalde don Bruno Muñoz y Malbrán, designó a dos vecinos para que tasaran y colocaran el precio a la esclava Petrona Ortiz que había sido favorecida por el sorteo para su liberación. La esclava fue valuada en doscientos pesos que era el valor de cuarenta vacas. El gobierno mandó de inmediato que se pagara ese importe a don Eusebio Ponce de León y Petrona quedó en libertad”
Así observamos como el Alcalde que ahora promovía la liberación era el mismo quien poco antes estaba comprometido con la compra y venta.
Si bien existía una ley a partir del 1813 en donde todo hijo de esclava nacía en libertad la picardía del hombre que buscaba cualquier artimaña para aplicar la trampa, hacia mentir la edad de nacimiento y vendían a los pobres negros en localidades vecinas. Aquellos hombres africanos que en sus tierras fueron cazados como animales por la sin piedad del hombre blanco, también fueron torturados y sometidos en nuestra Villa de la Concepción por largos años, y es indudables que sus brazos, sus penurias y dolores han contribuido a formar a esta actual ciudad y su sangre ha regado nuestra historia.
Walter Bonetto
10 de junio de 2010
Diario Puntal de Río Cuarto
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