miércoles, 7 de mayo de 2008

La batalla de Río Cuarto (Año 1831)


Es indudable que nuestra ciudad atesora en su rica historia un protagonismo muchas veces ignorado como desconocido, o en lo mejor de los casos algo olvidado por las generaciones actuales y las no tan actuales. De todos modos la historia de nuestra ciudad y su región tiene acontecimientos y características de hechos muy definitorios que fueron marcando su destino. La formación de la “Villa de la Concepción” (en honor a la virgen inmaculada) creada por el Marques de Sobrenombre, originalmente como un pueblo, el 11 de noviembre de 1786, sobre la base de un reducido grupo de habitantes compuestos aproximadamente de 30 familias que provenían de estancias aledañas, fueron dando forma a esta nueva y precaria población del desierto, quienes día a día jugaban su destino por aquellos tiempos muy incierto y de espectacular crudeza y soledad, en el medio de una pampa cruel e indómita. Basta leer el canto épico del músico y coplista riocuartense don Jorge Torres Velez denominado “Villa Heroica”; el cual describe en pocas estrofas muy objetivamente la realidad de aquellos días de ser habitante de la Villa. Así fue como la lucha contra el indio; la instalación de los fortines; más tarde la Comandancia de la Frontera Sur; y también las guerras civiles que se protagonizaban en la república, le fueron definiendo a esta sufrida población un lugar algo estratégico en la inmensidad de la pampa en donde se fueron dando acontecimientos históricos de nuestra vida local y regional de significativa importancia.

Un eslabón importante en la historia tremenda y desgarradora de nuestra ciudad, ocurrió en el año 1831, cuando a partir del día 5 de marzo Facundo Quiroga invadió con sus milicias la misma, en donde luego de tres días de combate hizo prisioneros alrededor de cuatrocientos ciudadanos, quienes protagonizan un doloroso y desgarrador calvario muchos de ellos hasta su muerte. Por aquellos tiempos la “Villa de la Concepción” se encontraba en total decadencia poblacional, había perdido la mitad de sus habitantes por éxodo de los mismos, consecuencia de las guerras civiles y de los constantes ataques de malones y no contaba con mas de mil almas. El país estaba dividido por unitarios y federales. Quiroga asechaba a toda Córdoba pero no podía laurear sus hazañas, dado que el General José María Paz ya lo había derrotado primero en la batalla de La Tablada y luego en la de Oncativo, en los campos de Laguna Larga. De esta ultima batalla, el ambicioso caudillo riojano logra milagrosamente ponerse en fuga por un error estratégico cometido por su perseguidor, el coronel Echeverría quien por orden del general Paz estaba detrás de sus pasos con la consigna terminante de perseguirlo y atraparlo.

Se organiza Quiroga

Ante la derrota de Oncativo, Quiroga junto con un maltrecho componente de sus milicias, se precipitaba casi desesperadamente rumbo a Buenos Aires, como único punto de salvación de lo poco que le quedaba de su derrotado y andrajoso ejercito, y además, para salvar su propio pellejo. Con esta escapada el caudillo riojano no hacia otra cosa que buscar el amparo del gobierno de Rosas, quien no duda en salir a su encuentro para protegerlo y recibirlo como “un vencedor” y darle total apoyo, para que luego rearmase su ejercito en gran parte con hombres librados de las cárceles. De esta manera se le posibilitó retomar a las aspiraciones guerreras del caudillo, quien se encontraba con mucha sed de venganza por las amargas derrotas en tierras cordobesas.

El 13 de febrero de 1831 parte nuevamente Quiroga con sus milicias recompuestas hacia Córdoba, con el propósito de alcanzar a la ciudad de Mendoza que pretendía ser el destino final de esta nueva cruzada. El Jefe de la Frontera sur con sede en Río Cuarto Comandante Juan Gualberto Echeverría sabiendo del paso de Quiroga con su ejercito, hizo levantar todos los fortines despojando de los mismos lo que podría usar el enemigo, como armas, caballos y alimentos, para luego concentrar todos sus efectivos en la Comandancia General de Río Cuarto, en donde se concentraba la gran defensa de la ciudad apoyada accidentalmente por el Coronel Pringles, quien junto a una milicia de cien hombres se dirigían hacia San Luis , los que también sumaron sus fuerzas en contra de Quiroga al que si bien lo consideraban una amenaza , calculaban que no se atrevería entrar en Río Cuarto y atacarla en virtud que sus planes eran otros.
Ante  la derrota de Oncativo, Quiroga junto con un maltrecho componente de sus milicias, se precipitaba casi desesperadamente  rumbo a Buenos Aires, como único punto de salvación de lo poco que le quedaba de su derrotado y andrajoso ejercito, y además, para salvar  su propio pellejo. Con esta escapada  el  caudillo riojano no hacia otra cosa que  buscar el amparo del gobierno  de Rosas, quien no duda  en salir a su encuentro para protegerlo y recibirlo como “un vencedor” y darle total apoyo, para que luego rearmase su ejercito en gran parte con hombres librados de las cárceles. De  esta manera se le posibilitó retomar  a las aspiraciones  guerreras del caudillo, quien se encontraba con mucha sed de venganza por las amargas derrotas en tierras cordobesas.

El 13 de febrero de 1831 parte nuevamente Quiroga con sus milicias recompuestas hacia Córdoba, con el propósito de alcanzar a la ciudad de Mendoza que pretendía ser el destino final de esta nueva cruzada. El Jefe de la Frontera sur con sede en Río Cuarto  Comandante Juan  Gualberto Echeverría sabiendo del paso de Quiroga con su ejercito, hizo levantar todos los fortines despojando de los mismos lo que podría usar el enemigo, como armas, caballos y alimentos, para luego concentrar todos sus efectivos en  la Comandancia General de Río Cuarto, en donde se concentraba la gran defensa de la ciudad apoyada accidentalmente por el  Coronel Pringles, quien junto a una milicia de cien hombres se dirigían hacia San Luis , los que también  sumaron sus fuerzas en contra de Quiroga al que si bien lo consideraban una amenaza , calculaban que no se atrevería entrar en  Río Cuarto y atacarla en virtud que sus planes eran otros.

Se preparan las defensas de la Villa

De todos modos las medidas de prevención se tomaron al extremo para la defensa de la ciudad ante la amenaza de una posible invasión, se trabajo con premura y desesperación para crear defensas y fortificar las entradas a la villa para lo cual se cerraron calles, se cavaron trincheras, se instalaron las mejores armas que se habían reunidos de los fortines aledaños en los lugares estratégicos y se reforzó toda la vigilancia y exploración para observar el paso del ejercito federal de Rosas y se instruyo a la población sobre las medidas a tomar ante  un posible e eminente  ataque, quedando así la ciudad convertida en un campo atrincherado, donde en su interior se dejaron encerradas además de la población con su tremenda angustia, toda la hacienda y la caballada que se pudo reunir. Así fue como hace 174 años se preparaba la Villa de la Concepción del Río Cuarto, para hacer frente y soportar el mas grave ataque que sufrió en su historia producto de las desavenencias políticas que provocaban las guerras civiles las cuales dividían  a los argentinos.

La primera escaramuza de combate se dio sobre el río en las costas en San Bernardo, muy cerca de la localidad de Reducción donde Quiroga mide sus primeras armas con una patrulla de defensores que correspondían a una partida de exploradores y al vencer los mismos, toma finalmente la decisión de invadir la Ciudad.  Echeverría  y sus tropas en principio esperaron a Quiroga fuera de la ciudad con todo el ejercito formado,  pero cuando vio el numeroso ejercito de Quiroga, el defensor de la Villa, cambio la estrategia de presentar batalla y trato de evitar el gran combate para dedicarse  a consolidar la defensa  tomando posición en el interior de la misma con todos sus soldados para no permitir el ingreso de los federales.

Quiroga se envalentono  al ver el cambio de estrategia del Coronel Echeverría. También repaso la suya, y lanzo una instigación constante con grupos reducidos de manera simultanea por distintos flancos al mismo tiempo,  para así explorar cada lugar y encontrar el punto débil para lanzar el asalto y penetrar la plaza, la cual ahora se había convertido en su  inamovible objetivo de ataque e invasión, mientras que  en la ciudad se vivían horas de dramatismo y desesperada angustia por parte de sus pobladores. El hostigamiento se tornaba constante y cada vez mas violento de todos modos Quiroga no lograba su objetivo tan fácilmente como lo había calculado por la férrea y sostenida defensa de parte de Echeverría y sus tropas.

El precio de una traición

Los invasores, luego de dos días de constantes instigaciones y ataques no lograban consolidar una posición y menos penetrar la ciudad la cual mostraba una aguerrida e infranqueable defensa. Ante esta situación Quiroga llega poner en duda la continuidad de su objetivo pensando continuar camino a Cuyo hacia donde se dirigía y olvidarse  del asalto del asalto a la Villa, que para él “había sido un trabajito de paso”, porque como ya fuera mencionado, no estaba en sus planes y creía que resultaría mas simple . Pero al final la suerte cambio y marcó el destino de condena a los habitantes y defensores de Río Cuarto, en virtud de una lamentable y vergonzosa  deserción de un oficial de Echeverría hacia las fuerzas enemigas, la cual se la consideró como una traición, producida cuando el Sargento Mayor Prudencio Torres y su asistente se pasaron las fuerzas enemigas y le entregan la información a Quiroga de que los defensores carecían de municiones para sus armas, encontrándose al limite de las mismas, además de precisar sobre los puntos mas débiles de la defensa y le dar la información exacta del numero de oficiales y  soldados  conque Echeverría disponía; informando también del estado de desesperación y miedo en que se encontraban la población.

El asalto final

Con esta información Quiroga se hace muy fuerte y ahora continua de manera implacable su hostigamiento con una guerrilla de desgaste  para lograr agotar las pocas municiones de los defensores. Ante esta dramática situación  los Coroneles Echeverría y Pringles,  ya sin armas para la defensa  salieron de la Villa con mas de doscientos hombres, con el fin de atraer hacia ellos  a los invasores, pensando que lograrían el fin del hostigamiento, pero se equivocaron y esta estrategia no fue lograda, porque no salió todo el ejercito invasor a perseguir los defensores. Solamente un escuadrón  efectuó  la persecución, mientras que el grueso del ejército de Quiroga siguió sitiando y hostigando a la Villa de la Concepción,  ahora con mayor contundencia y severidad. Con este ejército dispersado, las ahora pocas defensas de la ciudad y sin armas de fuego, Quiroga vibra de entusiasmo y no duda en ordenar el asalto de Río cuarto el día 7 de marzo del año 1831  a las 10 de la mañana.

La desesperada pero tensa defensa estaba ahora a cargo de un vecino que en esos momentos comandaba las milicias, don Mariano Arguello, quien junto a sus hombres luchó con excepcional valor y coraje, hasta agotar el último cartucho de los pocos que le quedaban, para defender lo que realmente era indefendible en esos momentos, quienes debían  soportar el tenaz ataque del ejército de Quiroga por los cuatro costados de la población, los que se abrían paso montados en briosos, enfurecidos y castigados caballos, penetrando con total brutalidad a la Villa hasta lograr la total rendición de los riocuartense, para luego de manera inmediata iniciar también un brutal y despiadado saqueo domiciliario y violaciones a una población indefensa con los restos de un pequeño ejército vencido y ahora prisionero del invasor, quien lo trataría con total crueldad.

Saqueos  violaciones y prisioneros encadenados

Los momentos posterior a la batalla y a la rendición fueron de fatalidad para los pobladores de Río Cuarto, en virtud de que era norma autorizada a los soldados por los “contratos de enganche” saquear y abusar de la propiedad privada una ves conquistada la plaza, haciendo de este modo “un festín de guerra” en donde la barbarie era la norma,  y no debemos olvidar que gran parte del ejercito de Quiroga había sido formado por delincuentes y asesinos “rescatados” de las cárceles de Buenos Aires. Junto a los saqueos a las violaciones de la propiedad y de las personas se tomaron prisioneros a 23 oficiales, 18 sargentos, 18 cabos y 350 soldados, como así también un considerable numero de civiles entre ellos el sacerdote de la ciudad quien también fue tremendamente martirizado brutalmente.

Dejando una población doliente y destrozada por los horrores de una invasión despiadada, donde por todo el desierto de la pampa se oía el tremendo desesperado llanto y se observaba el miedo y terror de tantas mujeres  violadas y muchos niños huérfanos, como de personas -de distintos sexos y edades- moribundas y asesinadas tiradas en las  guadalozas calles  de la ahora triste Villa, la que inexorablemente se había convertido en un campo de batalla  y de saqueo. Al final, el día 12 de marzo Quiroga con su “victorioso ejercito” parte rumbo a Cuyo, llevando como “botín de guerra” a una parte de la población y el resto de un ejército vencido, formando penosas  columnas a pie con seres humanos encadenados en un tortuoso y desesperado camino de horror y muerte, sin importar heridas ni el frío, ni las enfermedades y menos el dolor de las cadenas. Luego de varios días de marcha y de muchas personas muertas en el difícil trayecto, termina usando exclusivamente parte de los soldados y cabos para incorporarlos al Regimiento de Auxiliares de los Andes.

En esta penosa cruel y tortuosa marcha los “Prisioneros de Río Cuarto” llegan a San Luis caminando en donde algunos obtienen la libertad, el resto continua hacia Mendoza, en aquella ciudad termina liberando algunos y fusilando injustamente a otros, lo que obraba Quiroga según su animo  del momento, disponiendo a su antojo y como absoluto juez, de la vida o de la muerte de quienes consideraba sus enemigos.

Por Walter Bonetto
Diario Puntal 
7 de mayo de 2008

walterbonettoescritor@gmail.com 
Twitter: @walterbonetto
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