domingo, 30 de marzo de 2014

¿Los argentinos, somos frágiles de memoria?

   Siempre una república debe estar cimentada sobre  su verdad histórica, no aceptar esta realidad  es atentar   contra   su constitución.  En el devenir histórico de nuestra patria en las últimas cinco décadas del siglo pasado, sucedieron  episodios vergonzosos  que comprometen estos principios y   no se los desean recordar  porque condenan  el pensamiento de muchas ideas políticas que atentaron en otros tiempos contra la nación.  

   El eje principal de este problema  es que fuimos una república golpista. El  epicentro de los “golpes” se ubica con el derrocamiento  del Presidente Irigoyen en  septiembre de 1930; sentando “aquel grupo de revolucionarios” en el sillón de Rivadavia al primer general  que usurpó el poder apoyado  por innumerables grupos de ciudadanos, estudiantes, intelectuales, empresarios e instituciones de la nación. Fue aquel golpe y lo sigue siendo una de las grandes vergüenzas de nuestra historia; en aquel momento  gran parte de la sociedad argentina se confabuló para pisotear la constitución nacional y quebrar sus instituciones, dejando herida de muerte a la república.  

   Por casi medio siglo de vida nacional, “copiando el modelo original”, se sucedieron los golpes de estado, hasta llegar al último de ellos el 24 de marzo de 1976  en que  fue destituida la presidenta María Estela Martínez de Perón. El país fue tomado por una junta militar con la participación de las tres  fuerzas armadas, quienes estuvieron en el poder hasta 1983  dejando resultados desastrosos para la nación.

    Fue la época del   “Proceso de Reorganización  Nacional”, al que muchos argentinos aplaudieron en silencio dado que   “el silencio era salud”,  donde el país se endeudó,   pasando de siete mil millones a cuarenta y tres mil millones de dólares, -para esos años una deuda escandalosa e inexplicable-. El grave problema del terrorismo de estado; de los desaparecidos; la injusta  acción de levantar  siete mil kilómetros de vías férreas; la disolución de las Industria Mecánicas del Estado (IME) que fabricaba  ocho mil vehículos rastrojeros por año y ocupaba tres mil empleado en forma directa; la guerra con Inglaterra por Malvinas, son algunos de los puntos nefastos de aquel “proceso”  que la historia condena y debemos tener memoria  y exigir justicia  para que esto no se repita. Especialmente y lo que más duele es la persecución y desaparición de personas, dado que  se cometieron crímenes de lesa humanidad. También debemos tener memoria que en su inicio  este letal proceso fue apoyado  por millones de argentinos. Intelectuales de gran reconocimiento  almorzaban con el general presidente en la misma casa de gobierno y declaraban  públicamente las bondades de la junta militar.

   Pero ante este panorama nefasto, también de la misma manera debemos  tener memoria de otros episodios tristes que ocurrieron en el país en la década del sesenta en adelante y pusieron en vilo a toda la sociedad argentina sembrando caos y  terror; los grupos extremistas que desplegaron acciones terroristas y no dudaron en matar, torturar, y privar injustamente de libertad  a centenares  de personas.  Hay más setecientas muertes registradas a causa del accionar terrorista en nuestra nación. También esas víctimas que incluyen hasta niños, merecen memoria y justicia  y el pueblo argentino no debe olvidar lo que se desea “desconocer” desde el plano político.  

   Nuestra memoria y justicia no debe ser parcial, debe ser equilibrada con la verdad y no se le debe mentir al pueblo, especialmente a las nuevas generaciones, quienes creen que los únicos malos fueron los militares  y no se  menciona que los grupos terroristas también existieron y mataron. Esto de ninguna manera justifica el escandaloso terrorismo de estado, pero tampoco justifica que se sostengan las verdades a medias. Seguramente que obrar de esta forma  es hacer trampa con la memoria  y atenta contra la verdad y la justicia que tanto se pregona pero no se la respeta.


Walter Bonetto
30  de marzo de 2014
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viernes, 21 de marzo de 2014

¿Todo está permitido?

 Hay acciones del hombre en estos tiempos que merecen la más repudiable condena, pero es tan grande la hipocresía de la sociedad  donde se observa claramente que siempre “se desea ver lo que conviene”, sin importar el dolor ni la desesperación de miles de seres humanos que por pensar distinto son brutalmente  sometidos a situaciones despiadadas que gran parte de la “sociedad adelantada” aplaude en silencio e inconcebiblemente acepta.

    Esto ocurre con miles y miles de hombres y mujeres aislados, presos, sometidos a trabajos forzados y a las mayores vejaciones que puede soportar el ser humano tal como ocurre en Corea del Norte, como ocurrió  en Cuba,  en donde se observa que el concepto de derechos del hombre no merece mucha consideración porque piensa distinto o está en contra del régimen. La calamidad actual que sufre gran parte del pueblo de Siria en donde las matanzas producidas por el gobierno  están en la orden del día llevadas adelante por regímenes totalitarios, como también el sufrimiento de países intervenidos por superpotencias como Irán e Irak. Todas estas barbaridades hacen creer que la paz del mundo está muy lejos y que el ser humano cada día es más intolerante y peligroso.

   En estos días en Venezuela, donde siguen las muertes por enfrentamientos, es un ejemplo de una brutalidad disfrazada de hipocresía en que el estado para defender su fracasada revolución, en lugar de corregir y consensuar diferencias con los grupos opositores, amedranta con terror a gran parte del pueblo que sale a protestar por sus calles sobre el derecho que considera necesario para vivir en libertad.

   Esto es consecuencia de la tremenda crisis económica que vive ese país desquiciado por su revolución donde no dudó en quitar libertades a la sociedad, expropiar casas, fabricas, comercios y campos; cerrar medios de comunicación, modificar estructuras productivas que terminaron derrumbando la nación y llevándola al caos.

    Ahora vendrán los miles de presos políticos, la mayoría acusados de “terroristas o contrarrevolucionarios” por pensar distinto, “enemigos de la Patria”; todos carteles de márquetin  que el mismo presidente de la república  promueve con entusiasmo en constantes audiciones de propaganda oficial con su amplia verborragia y poco contenido, para defender a cualquier precio las calamidades cometidas y siempre echándole la culpa a los demás de sus derrotas.

   Al lado de estos  “revolucionarios”, muchos gobernantes vecinos, también hacen gala de su hipocresía, poniendo leña al fuego y  dando apoyo a las autoridades de aquel país  sin oír, la brutalidad de la policía por las calles ni las mentiras del gobierno, arremetiendo en contra de los vecinos y estudiantes que son parte de esa sociedad y deben ser respetados porque “son el pueblo vivo que sale a reclamar” y no puede ser pisoteado brutalmente como ocurre; las autoridades no pueden violar los derechos humanos como lo están haciendo; mientras que ante esta vergonzosa calamidad, son muchos de los países vecinos que se mantienen en silencio cómplice y descarado, aprobando ese accionar sin levantar una voz de protesta; una situación que realmente avergüenza. Gobernantes de Latinoamérica que con su indiferencia están diciendo claramente “repriman brutalmente al pueblo en la calle” “felicitaciones Presidente Maduro” “está todo bien, siga adelante”. Una situación muy complicada con un panorama comprometido ¿Es eso la democracia que tanto dice el mandatario?

   No nos engañemos, en Venezuela no hay democracia, es un país que va camino a una nación  sin libertades, en donde todos deben pensar, soñar, trabajar y estudiar en comunista y quien piensa distinto es enemigo de la “revolución”. Democracia es otra cosa, significa libertad, poderes independientes del estado, justicia independiente,  respeto, pluralismo, libre expresión, derecho de todos. Hoy en esa república hermana se la están quitando  y el pueblo está en las calles, mientras  que gran parte del mundo lo ignora y no escucha los gritos de desesperación de aquellos hombres y mujeres que reclaman una nación con respeto y democracia, porque no están de acuerdo con este modelo de gobierno ni con la enorme crisis que vive el país.
    Inconcebiblemente y fruto de su revolución,  Venezuela hoy no puede explotar su gran riqueza nacional que es el petróleo, la incapacidad administrativa y el retroceso operacional  hacen que para expandir sin resultados “su revolución”, deba prácticamente  regalar el mismo  a países del Caribe y a Cuba, lo que se convierte en una situación insostenible y decadente. Es esto en gran medida la  causa de  la grave crisis, no entran divisas al país y la revolución cuesta cara por el alto asistencialismo que demanda.

    Mientras esto sucede  los países vecinos se equivocan, dan apoyo incondicional  a un país que no duda en apalear a gran parte de su pueblo. Tendrían que ser ecuánimes, reclamar con prudencia y respeto de que no se reprima con brutalidad  a los ciudadanos y ayudar al dialogo sincero y constructivo para que este país salga del caos y se convierta en una verdadera y grandiosa república.


Walter Bonetto
21 de marzo de 2014
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